domingo, 25 de febrero de 2018

Atahualpa Yupanqui (Poema)






















Atahualpa Yupanqui

(El que viene de lejos y cuenta)

Nunca expresaron tanto
los ejes de una carreta,
Atahualpa,
es el dolor de la tierra,
el chirrido,
el grito
a través del óxido de hierro,
es el lamento del hombre
que,
igual que si fuera un perro,
en la soledad del camino,
se va labrando el destino
con el peso de la vida, 
es la ingravidez,
que salpica los minutos,
es el son que grita
y grita
en el alma del arriero...
tan eterno
y monótono,
como el vuelo,
de las moscas
sacudiendo en los cristales,
es el ruido
que cruzando ventanales
inunda todo,
que estremece
y sacude
al hombre,
en lo más hondo
de sus cámaras vitales...
Pero
el arriero va... el arriero va...
Camino del indio
el arriero va…
preguntando a todo el mundo
¿si saben dónde está Dios?
Atahualpa,
ya sabes que le contestan:
- que él por allí, no pasó.
Y tú, dirás: paisano,
¡no preguntes dónde está Dios!
que por tamaña pregunta
me condenaron…,
y noventa días
anduve sin ver el sol.

Fuiste gaucho
domador
piedra
camino
guitarra
también
cantor…
y paisano
entre el paisanaje
que movías engranajes
con la guitarra y tu voz.

Galopa
su poncho al viento
la Luna
en los pajonales
Atahualpa Yupanqui,
la voz del gaucho,
payador y guitarrero,
humilde,
pájaro mañanero,
su voz,
lo mismo
que la de Fierro,
por la pampa
y por los cerros,
unidas las dos gargantas 
siguen hablándole al pueblo.

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domingo, 18 de febrero de 2018

Babieca (Poema)






















Babieca

Babieca
no es un insulto,
o un epíteto,
lanzado con inquina
a un tipo con pocas luces,
porque
cuando digo,
Babieca,
les hablo de un caballo,
de un corcel
que ha galopado
glorioso,
por la historia,
que se curtió
en mil batallas,
bajo el peso
del experto jinete,
del soldado aguerrido,
cuando el fiero guerrero,
Rodrigo,
campeaba
luchando
cubierto
con cota de malla,
y con la espada Tizona
en su mano
alzada a los vientos,
brillando en su hoja
los fuertes destellos
del sol de Castilla…

Tu amo Rodrigo
subido en tu lomo
y seguidos
por la fiera mesnada
y el polvo
y la tierra temblando
de miedo,
en los reinos de taifas,
la tropa
cabalga,
el poder mercenario
recorre los pueblos
y agota existencias…
y el hambre
la sed
y la tristeza
extingue a los hombres,
la guerra no para
un segundo
ni tiene fronteras…

Babieca galopa
y el Cid cabalga por la historia
y sus gestas
se cuentan…,
las narran
los libros de hazañas,
las dicen los tontos,
la estudian los niños,
y algunos patriotas
de historia barata,
como piedras,
las lanzan
a otros,
gritando:
“ancha es Castilla”
Pero,
al fin y al cavo
fuiste un caballo,
un simple caballo,
Babieca,
y en tus ijares
escrita está tu historia
unida a la del Cid,
poderoso caballero,
al que aún,
después de muerto,
contra la muerte
llevaste a la victoria.

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viernes, 9 de febrero de 2018

Áyax (Poema)


















Áyax

Tu nombre llegó
por los aires
con el vuelo de un águila
y nadie se igualó a ti
ni en valor ni en bravura,
solo te hizo sombra,
tu primo,
el gran Aquiles
amparado por los dioses…

Tu gran escudo,
tu fuerte brazo,
y tu altura colosal,
en la guerra,
sirvieron de refugio a los aqueos,
y al frente de ellos
los teucros temblaban,
te temían
como al mismo diablo,
por eso
asombraste al propio Ares
con tu coraje,
pues eras solo un hombre,
un hombre,
y tu fuerza y tu valor,
venían solo de ti,
de un simple mortal…

No la quisiste,
rechazaste
la ayuda de los dioses…
“es de cobardes”,
dijiste,
y borraste de tu escudo
el búho de Atenea,
desechaste la muleta
que los dioses te ofrecían
y fuiste libre…
libre
como un ave.

Cientos de veces
arriesgaste la vida por tus compañeros,
rescataste
el cadáver del joven Patroclo
cuando el fiero Héctor
le mató,
y se lo entregaste al Pélida,
para que no quedara
en el campo,
allí
abandonado,
como una res
devorada por los perros…
del mismo modo,
rescataste
el cuerpo de Aquiles,
cuando ya comenzaba a enfriarse,
con la ayuda del astuto Odiseo…

A pesar de todo
no te concedieron la armadura
ni las armas
del Pélida muerto,
todos
se burlaron de ti,
Gran Áyax,
¿cómo no ibas a enloquecer?

Y cuando blandiste tu espada…
¿Cómo no ibas a confundir
a griegos con carneros?
¿Acaso,
tan diferentes eran,
a los carneros,
esos pobres mortales,
cegados por los dioses
y la avaricia de los hombres…?

Para no vivir en la deshonra,
pusiste fin a tu vida
con la misma espada
que Héctor te ofreció,
regalo
en honor a tu valor
y,
ni eso les gustó…,
y allí mismo,
los Átridas,
pensaron dejar tu cuerpo
para carroña de los buitres…
no lo quiso el taimado Odiseo
y al final acabaste en una fosa,
y hasta en el Hades,
dicen que tu alma anda sola
con los ojos llenos de odio…
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sábado, 3 de febrero de 2018

El pobrecito hablador (Poema)



























El pobrecito hablador

Erase una vez
un viejo país
sumido
en el atraso,
y un pobrecito hablador,
que hizo de su palabra
un látigo,
y de su pobre vida
una condena,
y juntos,
por él
iban,
los dos de la mano,
como ciegos,
a bastonazos,
amor y pena…
amor,
por el amor,
y pena
por un país
imposible y penoso…
Y
convengamos,
siquiera
en esto,
como consejo,
qué
en este mundo,
la vida de un romántico,
es
una atormentada
forma de vivir
y, una manera triste
de no llegar a viejo…

Ese fatídico día,
Fígaro tenía ante sí
las cartas
devueltas por su amante
y, tal vez, pensó,
“es la hora de marcharse”,
no sabemos
si la pistola,
estaba ya cargada
o la cargó en ese momento,
si le tembló el pulso
o no,
poco importan ahora
esos detalles,
carecen de importancia,
porque,
cuando un hombre se enfrenta
a solas con la muerte,
siempre deja dudas
y fundadas sospechas…
Lo único cierto,
fue el disparo,
el cuerpo tendido
de Larra
entre las patas de la mesa,
y un agujero de bala
casi imperceptible,
que lo hizo marcharse
de este mundo,
pulcramente,
casi
sin mancharse la ropa.

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